PROCREANDO EN
VALDIVIELSO: ¿CÓMO SE TRANSMITE UN APELLIDO?
El azar es
dueño del destino, y en muchas ocasiones las circunstancias mandan. Si al
maestro de cantería Juan de la Garmilla, a mediados del siglo XVII, le hubiese
salido un trabajo interesante en algún lugar que no hubiera sido Valdivielso,
tal vez no habría contraído matrimonio con Francisca de la Lastra, hija de
Francisco de la Lastra, un colega y paisano suyo casado y afincado en dicha
merindad. Bien podrían haber decidido Francisco de la Lastra y Juan de la
Garmilla quedarse en su Trasmiera natal, o irse a
trabajar, por ejemplo, a Ávila o a Palencia, si las circunstancias así lo
hubieran propiciado, y no aparecer jamás por Valdivielso. Pero no fue así. Las
circunstancias que se dieron fueron que en aquel Valdivielso de la primera
mitad del siglo XVII había muchos proyectos de construcción y buenos dineros.
No digo yo que no influyera también el lindo paisaje, y no menos la
inteligencia y belleza de las hidalgas valdivielsanas,
porque el hecho es que Francisco de la Lastra se casó con Casilda Fernández, una
moza castellana del bello y señorial pueblo de Condado. La sangre cántabra se
reforzó y asentó en el Valle cuando su hija Francisca de la Lastra matrimonió
con el trasmerano Juan de la Garmilla y ambos tuvieron al menos tres hijos
varones: Pedro, Juan y Domingo.
La estrecha
línea de nombres en rojo, dentro del organigrama que aquí os presento, es la de
los varones que consiguieron hacer perdurable el apellido De la Garmilla. Los
nombres que están en azul corresponden a quienes solo tuvieron descendencia
femenina, o fallecieron antes de llegar a la edad de procrear, o sencillamente
eran mujeres, porque estas, a pesar de transmitir tanto material genético como
los hombres, nunca pudieron legar su apellido. Podemos haber heredado los ojos
de nuestro pentabuelo y el mal genio de nuestra hexabuela, o el talento artístico de nuestra tatarabuela y
los pies planos de nuestro heptabuelo, pero el
apellido solo lo heredamos de los varones.
Volviendo a
los tres hijos de Juan de la Garmilla y Francisca de la Lastra, nada os puedo
decir sobre Domingo, salvo que nació en Puentearenas un 8 de abril de 1660. No me consta que
falleciera, ni que se casara en el Valle. Desde luego no hubo descendencia suya
en Valdivielso, y pienso que, si él y sus hermanos, siguiendo la tradición
familiar, eran también canteros, tal vez Domingo decidiera irse a trabajar a
otro lugar donde hubiera menos constructores y más oportunidades. Los que sí se
quedaron y tuvieron descendencia fueron Pedro y Juan el Joven, que se casaron
respectivamente con una Gandía y una Ruiz de Sedano, de familias hidalgas de Puentearenas. Sin embargo, parece que su procreación fue
más bien floja, pues tener solo tres criaturas cada uno era poco y arriesgado
en una época como aquella, de gran mortandad infantil. Pero es que Pedro y Juan
fallecieron jóvenes: el primero en torno a los 30 años de edad, y el segundo a
los 28 años. No tuvieron tiempo para hacer más.
Los que por
fin tuvieron posibilidades y, además, se lo tomaron muy en serio, fueron los
dos vástagos supervivientes de la tercera generación, llamados, una vez más,
Pedro y Juan. Ambos se casaron al menos dos veces, por lo que se ve que
realmente pusieron empeño en procrear. Pero, a pesar de ello, Pedro no
consiguió tener tanta prole como su primo Juan y, para colmo, al parecer, tanto
con Catalina de la Peña, como con su segunda esposa Andrea Alonso de
Quintanilla, no le nacían más que niñas, lo cual en aquella época, y en muchas
otras y muchos otros lugares, siempre se consideró una desgracia.
Mientras
Pedro de la Garmilla y de Gandía veía en el horizonte femenino el final de su
estirpe patriarcal, su primo Juan de la Garmilla y Ruiz de Sedano se encontró
también con dificultades en su primer matrimonio, ya que primero le nació una
niña, y luego su esposa, Ángela de Casares, falleció de parto al nacer su
primer hijo varón, Joseph, el cual moriría a su vez a la temprana edad de 18
años. Sin embargo, el azar o las circunstancias llevaron a Juan a casarse en
1707, en segundas nupcias, con la fecunda e incansable Francisca Alonso de
Liado, que le dio al menos y nada menos que ocho hijos, de los cuales cinco
llegarían a la edad de casarse y engendrar, siendo tres de estos varones. Fue
en aquel momento, con los hermanos Juan, Pedro y Manuel de la Garmilla y Alonso
de Liado, varones saludables y que resultarían buenos procreadores, cuando por
fin hubo posibilidades reales y sólidas de que el apellido De la Garmilla se
quedara para siempre instalado en Valdivielso. Y el mérito se lo quedarían
ellos, los muy fanfarrones, aunque todos sabemos que su madre, Francisca Alonso
de Liado, y sus esposas (Francisca López de Brizuela, Bernarda Alonso de la
Fuente, Agustina Gómez del Castillo, Francisca Fernández y De Torres) tuvieron
mucho que ver en esta historia, aunque no nos dejaran sus apellidos.
Estos tres
varones De la Garmilla nacidos ya en el siglo XVIII aparecen como labradores
acomodados y propietarios de bienes en el Catastro de Ensenada (1752-1754). Lo
que, por ahora, no sabemos es cuándo, ni por qué, la familia dejó el oficio de
la cantería para dedicarse solo a la labranza. Tal vez la explicación sea que
Valdivielso en el siglo XVIII se iba empobreciendo y desangrando a causa de una
emigración que no retornaba y tampoco se acordaba ya de edificar en su solar de
origen ni casonas, ni torres para las iglesias, en un valle que los
descendientes de los primeros y ricos emigrantes ya empezaban a olvidar. Donde
no hay dinero, no hay cantero. Y nuestros antepasados dejaron de ser unos
maestros de la piedra para convertirse en auténticos expertos de la vid, la
cereza, la ciruela, las ricas arvejas y los deliciosos tomates. No se hicieron
ricos, claro que no, pero yo estoy orgullosa de mis pepiteros. Y ahora, en
medio de la despoblación que nos aflige, hay en Valdivielso una empresa frutera
que lleva en su nombre el apellido Garmilla, esta vez transmitido por una
mujer. Y también hay una emisora de radio construida por alguien de ese
apellido, por un Garmilla que es capaz de suavizar cosas más duras que la
piedra. Todo es edificar. Nuevos tiempos, nuevas esperanzas.
[“Making of”: Como veis, durante el primer siglo de Garmillas en Valdivielso, los orígenes se sitúan claramente
en Puentearenas. No obstante, si a veces utilizo las
expresiones “al menos” o “al parecer” es porque me baso únicamente en las
partidas eclesiásticas encontradas, y hay que tener en cuenta que las personas
que ejercían oficios como la cantería solían ser bastante itinerantes, y se
establecían temporalmente en un pueblo o en otro, incluso cambiando de municipio
o de provincia según los trabajos que les iban saliendo, por lo que podían
tener hijos bautizados en distintas parroquias, y casarse o enterrarse aquí o
allá. Creo que esta es la razón por la que no he podido encontrar todavía
alguna que otra partida de bautismo, matrimonio o defunción, sobre todo en el
caso del primer Juan, y también en el del nacimiento de su hijo Pedro, y el
casamiento o la defunción de Domingo. Pero, además, en
aquella época también se daba el hecho de que algunos párrocos, tal vez por
fallecimientos o traslados de los mismos, a veces dejaban de escribir durante
meses, incluso durante un año largo, o simplemente se les olvidaba hacer una
anotación después de disfrutar de un banquete de bodas o de la celebración de
un bautizo. Y es que entonces la obligación de llevar registros era todavía
reciente, y no se le daba la importancia que se le dio después. También se
perdían folios, o se deterioraban hasta el punto de ser ilegibles. Por todo
esto, no excluyo la posibilidad de que hubiera algún otro nacimiento o algún
casamiento que desconozco. Ahora bien, tampoco descarto que esos datos puedan
aparecer algún día en algún lugar. Es cuestión de paciencia y de suerte. En
ello estamos.]
Mertxe García Garmilla